La
Integridad Sistémica
Los cinco principios
básicos que sustentan el Naturismo Ecológico (NEC) y el reto de la salud
integral (RSI) que desde él promovemos son: a) La integridad sistémica;
b) Las triadas vitales; c) Especificidad Anatomofisiológica y Macrofunciones;
d) Séptuplo Esencial de Hábitos y Estilos de Salud y Vida y,
por último, e) La programación espacio-temporal y el espíritu de
equipo en el logro de la salud integral.
Un reto como ése de la
salud integral, amerita de un cuerpo principista que le dé sustento y
coherencia a cada momento y exigencia del mismo. Se trata de pautas sencillas pero, al mismo
tiempo, sólidas y profundas que puedan tenerse en cuenta y aplicarse por
cualquiera que se proponga el reto. Por eso hablamos de principios y, al mismo
tiempo, de requisitos.
Algunos de esos cinco
principios ya han sido aludidos, indirectamente, en otras entradas de este
blog; por ejemplo, la teoría general de sistemas o el elemento
humano-biosférico. Pero aquí se trata de hacer explícita la pertinencia del
quinteto de principios, como requisitos para asumir el reto de la salud
integral desde la perspectiva del Naturismo Ecológico NEC. Ya no se trata de
una alusión teórica general o referencial. Se trata de poner en evidencia que,
si queremos en verdad asumir el RSI, debemos incorporarlos cotidianamente con libertad
pero también con aliento normativo y principista. Cada quien lo hará “a su
manera”, con sus propias fibras y neuronas, porque no hay otra opción, y eso es
lo que normalmente hacemos todos (o casi todos), en todos(o casi todos) los
ámbitos de la vida. Pero lo importante a tener presente es que, si queremos
lograr el objetivo y el reto de la salud integral que nos merecemos y que
podemos alcanzar con el apoyo de las herramientas del naturismo ecológico, hay
que hacerlo. Y si eso lo predicamos –como ya lo hemos expresado antes-, no es
sólo porque lo creemos sino también (y principalmente) porque lo practicamos y
hemos visto sus resultados en nosotros mismos y en muchas otras personas que lo
han hecho.
Con esa convicción y
creencia es que sometemos a la consideración del lector en éste y en próximas entradas, los cinco principios/requisitos. Como se podrá ver, cuando se tenga el
quinteto completo, allí se resume lo fundamental de los aprendizajes y
certidumbres que, en ese terreno de lo principista-axiológico, hemos ido
acumulando y compartiendo a lo largo de estos años. Ello no significa que,
eventualmente, estemos cerrados para enriquecerlos y/o modificarlos, en
caso que haya que hacerlo. Por ahora es ese “pentáculo principista” y,
como tal, invitamos al lector a que lo consideren en su conjunto, empezando por
el que ahora le mostramos: la Integridad Sistémica.
INTEGRIDAD SISTÉMICA
Hablamos de integridad,
en plena consonancia con las dos acepciones que aparecen
en el DLE: que “no carece de ninguna de sus partes” y que “conecta
con lo recto, probo, intachable”. Por su parte lo sistémico alude
directamente a la Teoría General de Sistema (TGS) de
Bertalanfly. Como se sabe, según la TGS, las propiedades de los sistemas no
pueden describirse significativamente en términos de sus elementos separados.
La verdadera comprensión de ellos sólo ocurre cuando se estudian globalmente,
involucrando la totalidad de los elementos participantes y, sobre todo,
su dinámica interdependiente. He allí la esencia de este principio y requisito.
Cualquier paso que se dé
en pro de nuestra salud integral, por muy simple y específico, debe ser siempre
visto y asumido de una manera integral, sistémica, holística, coherente.
Y no se trata de un slogan o consigna sino de un norte verdadero, al que nos
dirigimos porque se tiene la convicción de lo correcto.
Normalmente las
enfermedades (y los procesos de sanación que como naturópatas, nos planteemos para superarlas),
no se presentan en forma generalizada en todo el cuerpo, sino en algunas
partes, órganos y/o sistemas. Tampoco suelen estar afectadas todas las
macrofunciones sino alguna(s) en específico. Nos duele una articulación en una
de las extremidades superior o inferior (o en las dos, como suele suceder en
las simétricas afectaciones articulares de la AR). No se nos suele presentar el
dolor en las 360 articulaciones del cuerpo humano. Y si mostramos otro
hipotético caso: se nos presenta una candidiasis, por ejemplo,
en la mucosa bucal (no suele presentarse una afectación micótica/bacteriana en
todos y cada uno de los componentes del sistema gastrointestinal). En ambas
situaciones, la atención debe ser específica, focalizándola en el órgano,
tejido o la macrofunción inicialmente afectados, pero sin perder de vista
la totalidad cercana y particular del sistema cuya parte o
componente está siendo tratado. Al menos a ese sistema particular óseo-muscular
o gastrointestinal –para el caso de los dos ejemplos antes considerados de la
articulación o la afectación bucal por candidiasis-, debe prestársele atención
específica para que el proceso de sanación sea más pleno y sustentable. Pero el
naturópata también debe –está obligado por este
principio- a echar un ojo, hacer una revisión aunque sea general,
al conjunto de los ocho sistemas restantes, al conjunto de las
macrofunciones y a los hábitos y estilos de vida que puedan estar influyendo en
la afectación por la que el paciente (tal como llega y que queremos se convierta
en haciente cuando salga) va a la consulta naturopática.
Y eso que decimos de un
órgano con respecto a todo el sistema específico del que forma parte y de un
sistema respecto al suprasistema total del cuerpo humano (con sus 9 sistemas
anatomofisiológicos y sus 5 sentidos), pudiera también generalizarse asuprasistemas
más amplios. Es el caso, por ejemplo, de una afectación viral o bacteriana
de un individuo que –como lo saben muy bien los infectólogos y epidemiólogos-,
pudiera quedarse corto el naturópata si no extiende la mirada hacia el grupo
familiar y, ¿por que no? al de la comunidad en donde puede estar el foco del
patógeno que está en la raíz del problema. Alguien pudiera pensar que esa mirada
más amplia, no le corresponde al naturópata y que éste debe enfocarse sólo
en atender la afectación viral o bacteriana que está generando el problema en
el paciente que acude al centro naturopático. Ése sería el punto de vista
asistémico, no integral, sectario que, tal vez, le haga más fácil su
trabajo, pero no el que, desde el punto ético, de la integralidad sistémica, le
corresponde hacer en pro de la salud integral. Si detecta alguna situación en
ese orden –por ejemplo, el riesgo de una epidemia por criaderos de vectores-,
el naturópata debe, al menos, alertar del riesgo epidemiológico que corre esa
familia y la comunidad en donde está inmersa.
La integridad
sistémica como principio para asumir el reto de la salud integral,
parte de la esencia misma de lo que es cada célula humana como sistemas
abiertos, en permanente intercambio de materia y energía con su entorno. En
cada una de ellas ocurren todas las funciones vitales, por lo que se le
considera la unidad fisiológica de la vida. En el caso de los organismos
unicelulares esa única célula lo es todo, pero en los multicelulares con la
complejidad propia del Homo sapiens (con multiplicidad de tejidos y por tanto
de células de las más variadas características e interrelaciones), el grado de
coordinación sistémica tiene que ser altamente exigente y sofisticado. Ello es
lo que garantiza el equilibrio entrópico que hace posible la vida y la salud
integral. Sin perder de vista, como veremos en el principio de las triadas
vitales que, por encima de todo, somos cuerpo, mente y espíritu;
es decir, somos un conjunto anatomofisiológico bien característico, pero
también afectos, emociones, sentimientos, espiritualidad… Cuando hablamos de “equilibrio
entrópico” nos referimos a toda esa totalidad y no únicamente a la de los
nueve sistemas que conforman la anatomía humana (SNervioso, SCVascular,
SRespiratorio, SGIntestinal, SEXcretor, SOMuscular, SINmunitario, SGEndocrino y
SSReproductor, de acuerdo con las siglas que estamos utilizando para
denominarlos, tal como aparecen en la gráfica que acompaña el título, junto
al Hombre de Vitruvio, de Leonardo Da Vinci).
De allí que cuando hemos
ilustrado, con unos ejemplos sencillos, problemas de salud en una parte de un
sistema (o vinculados a una macrofunción específica), lo que queremos mostrar
es, en esencia, la pertinencia de este principio/requisito: la atención
específica y particular de una afectación de salud, nunca debe perder de vista
el conjunto, la totalidad sistémica en la que dicha afectación
y el proceso de sanación que promovamos, está inmersa. Y eso que decimos de una
enfermedad, también puede decirse de cualquier otro componente o
variable de la salud integral como, por ejemplo, la ingesta de
nutrientes, los procesos excretores o la actividad respiratoria. Cualesquiera
de esas macrofunciones particulares debe entenderse y
atenderse en el marco más amplio en el que están inscritas y como parte del
funcionamiento general del suprasistema que somos como cuerpo,
mente y espíritu. De esa forma estaremos viendo, junto a las partes, el todo
que somos como Homo sapiens y, desde el punto de vista de
la ética y los valores naturopáticos, nos estaremos conectando con
lo recto, lo probo, lo intachable.