Mi Maestro Abreu y la
Ecología Cultural Venezolana
{Hacemos un paréntesis en la temática específicamente naturista, para rendir homenaje al Maestro Abreu,
cuya ausencia física deja una vacante de difícil reemplazo en la
Ecología Cultural de Venezuela}
El
maestro José Antonio Abreu, Mi Maestro, era apenas un carajito de 33 años cuando nos dictaba “Estudios Generales” en los primeros trimestres de la USB de
comienzo de los 70. Nosotros éramos aún mucho más carajitos que él pero, a
nuestros 19, ya empezábamos a rumiar aquellos sueños de Patria Grande que nos
sacó de las aulas y nos llevó a las montañas o al activismo político urbano, junto
a muchos otros contemporáneos que también en eso creían (MVivas, CLópez,
PAMoreno, GBlanco. FMartínezMottola, RSmithPereira,…) y nos alistamos en
opciones enfrentadas al bipartidismo dominante. En nosotros, bajo diferentes
visiones, la vocación ingenieril parecía no excluir otras inclinaciones de
índole humanística y sociopolítica como las que compartía con nosotros el
Maestro Abreu en sus clases.
Rousseau,
Descartes, Voltaire, Duns Scotto, Montesquie, Marx, Hegel… fueron muchos de los
nombres que nuestros cerebros y oídos oyeron por vez primera de la mano del
Maestro Abreu, y se quedaron grabados para siempre, tal vez, por la fuerza
convincente de quien los pronunciaba. Abreu fue, sin duda alguna, desde sus
tiempos de las aulas en la USB, un gran convencido y convencedor del rol del
espíritu y del pensamiento progresista en el avance de las sociedades humanas.
Y a esa convicción dedicó su vida y sus energías. Por eso deja la huella imperecedera
que ya todos reconocen en Venezuela y el mundo por una de sus más conocidas
obras: el Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles, Infantiles y
Pre-infantiles (SNOSJIV).
La
última vez que pudimos estrechar sus manos, 14-15 años después de aquellas
clases en la USB, en una esquina del centro de Caracas, el paso de los años
mostraba sus efectos, pero se mantenía el espíritu y alegría de quién se
sabía cumpliendo el rol de constructor y
guía que le tocó desempeñar en el SNOSJIV. Para ese entonces, Gustavo Dudamel
apenas empezaba a mostrarse como el gran discípulo y difusor que hoy es, pero ya
el Maestro Abreu oteaba la promisoria lejanía con la certeza de los visionarios.
La
Venezuela de hoy es muy distinta a la del Maestro Abreu-profesor y del Maíz
Vallenilla que rectoraba la USB de comienzo de los 70. A Maíz, junto a otros
“notables”, como Uslar Pietri, Juan Liscano, Escobar Salom… les tocó contribuir
a los cambios que dieron al traste con el modelo bipartidista que se había
impuesto y lucía agotado a finales de los 90. El balance desapasionado del rol
de los notables y las implicaciones a
la luz de lo que ha sido el curso de Venezuela en las últimas décadas, aún está
pendiente. En aquellos años vinieron a Venezuela un gran número de profesores y
académicos de Chile, Argentina,… que huían de la represión y la situación de
sus países. Hoy en día, cuando nuestros hijos en las universidades, prefieren ir
a continuar sus estudios a algunos de esos países porque los mejores profesores
se han ido y las oportunidades aquí se cierran cada día, muchos nos
preguntamos, ¿cuántos Abreu y Notables
hacen falta para enrumbar un país?, ¿cómo es posible y por qué hemos caído en
estos niveles históricos de tantas carencias e incertidumbres…? Múltiples y de
variadísima gama son las respuestas que cada quien pudiera ofrecer y que
desviarían el curso de este homenaje si nos pusiéramos a explorarlas.
Lo
importante a resaltar es que la huella de visionarios como Abreu tiende a
hacerse más notoria cuando pasa el tiempo y las dificultades se incrementan.
Porque hace falta constancia, visión y
sentido de trascendencia para iniciar un camino y mantenerlo a lo largo del
tiempo, independiente del color de los vientos que soplen. Cuando se tiene entre ceja y ceja un ideal de país y de
sociedad superior, de verdadera y
auténtica plenitud humana, las mezquindades coyunturales y partidistas poco
importan. Abreu lo sabía y por eso avanzó y triunfó desde los tiempos de Caldera
hasta la infausta llegada de Chávez, pasando por CAP I, Luis Herrera, Lusinchi,...
La
ausencia física del Maestro deja un gran vacío que seguro llenará el legado de
su huella imperecedera y trascendente. Su partida material es, al mismo tiempo,
llegada a ese Olimpo del Espíritu, reservado a los que dedican sus vidas a
construir humanidad, ciudadanía, países grandes y prósperos. Por recibir algo
de sus herencias valió la pena haber vivido y, en particular, haberlos
conocido. ¡Gracias por tus enseñanzas, Maestro!
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